Si vuestra vivienda es individual y no pertenece a ninguna urbanización, probablemente no tengáis ningún problema para hacer este tipo de obras, aunque siempre es conveniente darse una vuelta por el departamento de urbanismo del ayuntamiento correspondiente para conocer la legislación y los permisos necesarios. Una vez solventado esto ya podemos ponernos manos a la obra. Lo primero es excavar el terreno y mover la tierra donde vayamos a poner la terraza; si no es una zona grande quizás lo podáis hacer con la pala, aunque ya podéis prepararos a “currar”. Una miniexcavadora suele sacar de apuros al más pintado; podéis contratar los servicios del palista con la máquina durante unas horas.
Después hay que rastrillar la zona y verter grava para el drenaje, para luego rellenar el hueco con hormigón. En estos casos conviene hacerse con una hormigonera (prestada o alquilada) para hacer grandes cantidades de argamasa. Es conveniente reforzar el hormigón con malla de hierro; si hay que colocar más de un trozo, se pondrán solapados y en distintas direcciones.
Para revestir el suelo hay muchas opciones. Desde las baldosas cerámicas de toda la vida, que se pegan con cemento-cola (y que conviene escoger de tipo antideslizante), hasta las lajas de piedra para un suelo rústico e irregular, pasando por tarimas de madera tropical para exterior, podéis escoger entre muchos materiales. Lo que sí es importante cuando estéis planificando la obra es establecer un ligero desnivel en el terreno, con el objeto de evitar que el agua se acumule cuando llueve o cuando reguéis y se formen charcos.