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lunes, 12 de julio de 2010

suelo de piedra en el jardín


Como ya he comentado en alguno de los últimos blogs, poco a poco se van acercando los días en los que el buen tiempo y las horas de luz se harán más presentes en nuestras vidas. Ahora es el momento de empezar a preparar los exteriores de las casas, aquellos afortunados y afortunadas que dispongan de un espacio en el que disfrutar de la estancia al aire libre. Patios, terrazas, jardines, porches… Cualquier lugar, por pequeño que sea, puede dar cabida a un estupendo rincón en el que hacer una barbacoa o, simplemente, disfrutar del sol primaveral.

El pavimento sobre el que dispongamos el mobiliario y el equipamiento de exterior es muy importante por varios motivos: evita que el suelo se embarre o se encharque cuando llueve, permite colocar mobiliario encima sin que se caiga o quede cojo, y además sirve para ofrecer un estupendo aspecto estético a la vista. Los suelos de tipo rústico, realizados a base de lajas de piedra irregulares que se disponen a modo de rompecabezas (haciendo coincidir las distintas formas) son un clásico en este sentido. Bonitos, duraderos, resistentes y económicos, realzan cualquier espacio de jardín o de terraza.

Para colocar un pavimento de este tipo os recomiendo que acudáis a un buen profesional, ya que se trata de una tarea de envergadura; pero no está de más saber cuál es la forma de hacerlo. En primer lugar, el suelo debe llevar una base firme, de hormigón armado con rejilla de hierro y que haya fraguado a la perfección. Sólo entonces se podrá iniciar el revestimiento del solado. Lo primero es adquirir las lajas en un almacén de construcción, así como el material para pegarlas. Antes de iniciar su colocación, es recomendable presentarlas para ver cómo van a ir dispuestas. Sobre el hormigón húmedo se espolvorea polvillo de cemento para favorecer el agarre, y después se extiende el cemento-cola para pegar las lajas con una llana dentada.

Es el momento de ir colocando las piedras, haciéndolas coincidir y dejando una junta entre ellas. La horizontalidad del suelo debe comprobarse constantemente con un reglón y un nivel de burbuja. Cuando las piedras estén bien pegadas, la junta se rellena con más cemento (también hay materiales específicos) y, una vez transcurridas unas horas, con el material a medio fraguar, se rasca el excedente para dejar el suelo bien liso. Sólo falta limpiarlo bien durante unos cuantos días para terminar el pavimento y poder disfrutarlo por muchos años.